lunes, 26 de diciembre de 2016

Matar era solo el principio


"¿Nunca os habéis cruzado con alguien a quien no deberíais haber puteado ?... Ese soy yo" (Gran Torino, Clint Eastwood, 2009) Tres mujeres muertas en cuarenta y ocho horas en un solo fin de semana. Los homicidas usaron en dos casos armas blancas y en el último caso la mujer falleció a causa de los golpes. “Matar a un hombre es algo despreciable. Le quitas todo lo que tiene, y todo lo que podría llegar a tener.”, (Sin perdón, 1992). Ana María Enjamio tenía veinticinco años. Regresaba de la fiesta navideña de su empresa y el hombre cuya relación había zanjado la misma Ana María la apuñaló hasta la muerte. Fue encontrada en el portal de su casa en medio de un charco de sangre. “Eres una mierda, y a una mierda sólo le pueden ocurrir dos cosas: que la pisen o que la recojan con una pala” (El Sargento de hierro, 1986). Ana María había construido un futuro prometedor y fuera cual fuere su futuro real, ella ya había edificado una expectativa feliz para sus días.


 La joven de nacionalidad rumana E.M.M. recibió al menos entre cinco y seis puñaladas en el salón de su vivienda, una de ellas en el abdomen, tres en el tórax, por la parte posterior y una en el cuello. El  homicida se dio a la fuga. “Alguien dejó la puerta abierta y entraron los perros equivocados en casa” (Infierno de cobardes, 1972). Si no es la ley debe ser la ira, emoción legítima que debe ser controlada para ejercer una buena defensa frente a la costumbre de matar a mujeres desobedientes. Los hombres que matan a sus mujeres se sitúan en un plano superior de detentación y se consideran investidos de la facultad de castigar la desobediencia. No matan por desamor, ni por un insano sentimiento de justicia, matan para castigar la desobediencia. Esa perversa obediencia implícita que se exige a las mujeres mediante actitudes, acciones u omisiones, cala los huesos de las costumbres sociales.  "Por encima de todo, protégete a ti mismo", (Million Dollar Baby, 2004)

 En Alicante fue grabada por las cámaras de seguridad la humillante paliza a una joven en la que se veía como el maltratador la tiraba al suelo y la arrastraba. La víctima continúa negándose a declarar porque padece miedo fundado a que su pareja le agreda de nuevo. “Morir no es forma de vivir” (El fuera de la ley, 1976). La rebelión se empuña y se ejerce. Los minutos de silencio y los aplausos de después son encomiables como gesto pero ineficaces para quien mata apuñalando, golpeando o incendiando a la mujer que posee. No son suficientes las camisetas con mensaje, ni el encendido de velas  "Prepara tres cajas, dijo mirando al enterrador del pueblo” (Por un Puñado de Dólares, 1964) Es necesario mejorar con preparación, estudio, formación y valentía más que nada porque resulta increíble cuánto enfada a un maltratador que su mujer –algún día debió escriturarla- le supere. "El mundo se divide en dos, Tuco: los que encañonan y los que cavan. El revólver lo tengo yo, así que ya puedes coger la pala" (El bueno, el feo y el malo, Sergio Leonne, 1966)


Miss Sarajevo
U2 y Luciano Pavarotti